martes, 6 de marzo de 2012

Memorias de una viuda triste II

2 - Seduccción a ritmo ricotero.

Las frases de los redondos tienen ese no se que y SANTIAGO lo sabía, por eso se valió de ellas para llegar a mi corazón ricotero.

Cierta vez ingreso a la sala de chat un integrante a quien yo no conocía y al ver mi nick me increpo, hasta que descubrió el origen del mismo y nos pusimos a charlar como si hiciera mucho que nos conocíamos, porque en realidad mis dos pasiones eran las mismas que las suyas. Entre las cosas que me entere más tarde, cuando ya nos conocíamos en persona, me enteré que ese día SANTIAGO se sintió desplazado. Pero en aquel momento no me di cuenta.

Una tarde como tantas otras a eso de las 7, me conecté esperando ver allí en ese rinconcito aquel SANTIAGO, así escrito, con mayúscula, para que no quedaran dudas que era el. Parece mentira que solo eso me sirviera para seguir gastando mis horas frente al monitor, pero así era, y no era solo eso, era algo así como empezar a ponerme contenta a las seis porque sabía que a las 7 lo iba a  leer.  Aquella tarde, él estaba conectado, pero, no me saludó. Intente entablar diálogos con los otros integrantes, pero vaya, tal desprecio de su parte me había descolocado. Comencé mientras tanto a replantearme si mi salud mental no estaría empeorando al esperar que un nombre escrito en mayúscula en una sala de chat me saludara para sentirme un poco más contenta. Pensando en eso estaba, cuando de la pantalla saltaron las letras que hicieron que mi corazón se parara por un instante y comenzara de inmediato a funcionar tan rápido como si estuviera participando en la maratón más larga del mundo. El saludo era bastante especial, por qué?  porque no eran suyas pero sabía que eran correctas y que ese  saludo iba a captar mi atención, al menos durante las próximas dos horas a través del monitor. Su sentencia de amor fueron aquellas palabras, tal vez ni el ni yo lo sabíamos en ese momento, lo que es seguro es que ambos lo deseábamos.

Aquella frase, aquella, la  que marcó un rumbo en nuestro camino fue: “Perfume al filo del dolor, así, invisible” frase ricotera si las hay, que sin querer tenía mucho que ver con aquel momento que ambos, por separado, estábamos viviendo. Esa fue la primera de muchas, todas, inevitablemente estaban bien presentes en mi cabeza, pero puestas en su letra tomaban otro sentido. Así, cada tarde, a las seis, mi corazón comenzaba a pensar cual sería la frase de ese día, y las siete, sucumbía ante el encanto de leer lo que su corazón había rescatado de su memoria para usar de saludo y alumbrar así la sonrisa que me robaba.

Alicia 

Nota: Este relato tiene una primera parte que lo podrán leer unos posteos más atrás. 

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