jueves, 29 de marzo de 2012

Memorias de una viuda triste




3- La "piba" del paravalancha y el "pibe" de la novia misteriosa. 

Habían pasado un par de meses ya desde aquel febrero caluroso que me había llevado a buscar en ese chat a alguien que nunca encontré pero que me permitió conocer a Santiago. SANTIAGO, así se lo leía, en mayúsculas, echando por tierra esa creencia de los consumidores de chats que quien escribe en mayúscula grita.

Y así entre frases de los redondos y alguna que otra chicana futbolera había logrado casi mi total atención.

Claro, yo corría con una ventaja, había visto su foto, su carita picara retratada en una tarde de muchos cafés y amigos (aunque eso lo supe después). El en cambio no sabía de mí más de lo que yo le había contado. Un día hablando de mis aventuras en la cancha alentando a mi Racing querido, me pregunto si yo me subía al paravalancha. Debo admitir que me causo mucha gracia la pregunta. Era obvio que tenía de mí una imagen un poquito desvirtuada, le agradecí que tuviera un concepto tan juvenil de mi, pero le tuve que explicar que no era como él pensaba. Su reacción fue inmediata y sincera, uff dijo, menos mal, o sea que no sos la “piba del paravalancha”. Me causo mucha gracia, al tiempo que me  hizo pensar en que mensaje estaría mandando yo para que él creyera eso. Busque la única foto que tenía escaneada que era de hacía unos meses atrás y se la envíe ni bien me lo pidió. Ahora ya nos conocíamos las caras. Y de a poco íbamos desnudando nuestras almas.

Así el tiempo seguía pasando, casi como sin darnos cuenta, de lo que sí yo me había dado cuenta era que el todas las noches  a la misma hora abandonaba el chat y decía, me voy a buscar a mi novia. Eso me quedaba dando vueltas por la cabeza, noche tras noche. El me había mencionado a su novia en un para de ocasiones, pero sin entrar en detalles, me había dicho que ella vivía en El Palomar, tan solo a una estación de Caseros, que era el lugar donde él vivía, y que precisamente vivía en Caseros ya que por ella se había venido desde su amada ciudad de La Plata. Pensaba yo que la señorita en cuestión debería trabajar en un Shopping, porque el todos los días se iba a eso de las 9:30, para mi forma de pensar era lógico, ella salía de trabajar a las 10, el llegaba a buscarla y luego cenaban juntos y el resto de lo que se hace normalmente cuando está de novio. Grande fue mi sorpresa cuando a través de las charlas me dí cuenta que en verdad ese “noviazgo” no tenían nada de la historia rosa que yo me había imaginado. Comprendí así dos cosas, la primera, Santiago era un gran narrador de historias, porque había logrado que todos creyeran que su relación sentimental era casi perfecta. La segunda que había ahí un hueco donde podría acomodarme en su vida. Fue así que esta piba del paravalancha y ese pibe con novia empezaron a contarse cosas más y más intimas. Fue ahí, que esta piba, se empezó a sentir cada vez más atraída por ese pibe. Fue así, lo recuerdo ahora y sigo entendiendo que ese era el principio de nuestro camino, que, vaya a saber porque hasta ese momento no se había cruzado, pero que ya no quedaría mucho mas por andar cada uno por su lado. 

Alicia. 

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