martes, 9 de noviembre de 2010

Presentación

Nací un lunes de carnaval, en el carnaval de antes,  cuando todavía había corsos en los barrios. El domingo a la noche, mi madre había llevado a mi hermano al corso. Tal vez sea  por eso que toda mi vida anduve como un corso a contra mano.

No solo eso fue lo que me hizo este bicho que soy hoy, sino que nací casi sin que mis padres pensaran que eso podía suceder. Mi hermano varón, el único varón, las demás somos niñas, es quien menos años me lleva y me lleva 7, por lo tanto no solo la excusa de haber nacido un lunes de carnaval, sino la de ser la última orejona del tarro  me llevaron a ser, simplemente ,insoportable, durante gran parte de mi vida.

Y tan atravesada fui (soy?) que de pura contra hice todo lo contrario a lo que siempre se esperaba de mí. Ojo, no lo hice apropósito, me salió así. Durante un tiempo me costo mucho reconocer que gran parte de mi vida lo único que hice fue perder el tiempo, y no es que ahora no lo pierda, sólo que ahora al menos reconozco que es un error.

Fui al jardín desde los 3 años. A un colegio privado, en esa época el mejor de la zona, con una educación integral, doble escolaridad, bilingüe.  Hasta los 15 estuve en la misma escuela, con los mismos compañeros, a los 15 no nos soportamos más. La única forma que tenia par que mis padres accedieran a mi cambio de colegio era repetir de año, y obviamente, repetí. A los 16 empecé otra vida, en una escuela con compañeros con menos dinero que los anteriores, pero con más pretensiones de ser buenas personas, lo que los hacia mas cercanos a mis intenciones que a los compañeros con los que me había criado.

No fue fácil la vida, no lo es aún hoy, pero lo que siempre tengo en claro es que vale la pena vivirla.

Desde aquel lunes de carnaval en el que nací use muchos disfraces para ocultar cosas que no me gustan de mí. Lo que no puede ocultar nunca es la impotencia que siento ante las injusticias, el amor que siento por mi familia, la necesidad de hacer cosas para tratar de mejorar, aunque sea un poco, este mundo en el que vivimos.

Lloro ante lo que no puedo remediar con la misma facilidad con que río por algo que vale la pena. La maldad, la mala fe, la mala vibra pueden con mi energía en el primer minuto en que nos cruzamos, solo me detienen en ese minuto, luego tomo fuerza y sigo, no les tengo miedo. Le tengo miedo a muy pocas cosas, y no son precisamente estas las que me detienen.

Tuve mi primer “diario intimo” a los 10 años, y recuerdo que lo primero que escribí fueron los recuerdos de un campamento a Córdoba que hicimos con el colegio, en las vacaciones de invierno. El diario estaba forrado en una especie de cuerina verde oscuro y tenia un candadito con llave. Me lo regaló mi hermana mayor, Inés, después que había encontrado en una hoja, sobre mi mesita de hacer los deberes, algo que yo había escrito y que ella considero debía guardar para siempre y en un lugar que fuera mío. Desde aquel diario escribí muchas cosas, muchas las guarde, muchas, la mas, las tire.

Nunca escribí para otros, pero un día, hoy, me dije, esta bien, escribo para mi, pero, por qué no compartirlo. Después de todo a mi escribir me sirve para desenchufarme de ciertas cuestiones que me dan vuelas por la cabeza y no me dejan pensar otras con claridad. Tal vez a alguien lo que yo escribo le sirva para olvidarse de algo que lo tiene mal y reírse de lo ridículo de mi escrito. Y de última también pienso, le dieron el premio Nobel de Literatura a Vargas Llosa, el de la Paz a Obama, y muchos aplaudieron, porque no mostrar lo que escribo yo, después de todo, como me dice mi madre, siempre hay un roto para un descocido.

Bienvenidos sean todos a mi blog.

Alicia, un día cualquiera de primavera, desde algún lugar del planeta tierra.

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